Ha llegado por vigésima vez en mi vida el día de los enamorados. ¿Celebrarlo? No sé, lo único que me gustaba de este día era el momento en el que llegaba a clase el típico cúpido con las cartas de los enamorados... y... ¡Sorpresa! Siempre había muchas para mi... de todas mis mariamigas, que me querían mucho... ahora las mariamigas 1.Pasan de otras mariconadas que no sean sus amigos maricones (va por ti Luis) o 2. Estan locamente enamoradas de sus mariamigos, y por tanto... ¡sería un cante darles una carta! Así que me quedaré sin carta... que era lo único bello de ese día...
Por lo demás... nada hay que me llame la atención de este San Valentín... ¿Que por qué le dedico una entrada? Pues no lo sé... preguntémosle a mis 20 años de ser social.... ejem... espero no caer al menos en la tentación de comprar algo rojo...

Esta frialdad a los sentimientos y la consecuente cara de amargado/serio que me acompaña cada mañana se la debo a mis padres supongo, concretamente a mi padre... es una característica que no me gusta poseer pero que es muy útil en muchos casos. Es una suerte que alguien como [(Espacio dedicado a mi)] haya reforzado esta actitud con sus habilidades para ponerlo todo patas arriba.

Con esto y un bizcocho... espera... no era así ¿no? Me despido con un gran corazón rojo, rojo sangre... no lo olvideis, en San Valentin: DONA SANGRE!